Escuchar 🎧 relato Un asunto vulgar | Arkadi Avérchenko
En «Un Asunto Vulgar» de Arkadi Avérchenko, dos intelectuales, un novelista y un pintor, caminan por una calle nevada en la vÃspera de Navidad y descubren a un niño congelándose. A pesar de reconocer la situación desesperada del niño, optan por no actuar, ridiculizando la idea como un cliché de cuentos navideños. Su discusión revela una crÃtica a la indiferencia y la falta de compasión, destacando cómo los prejuicios literarios y sociales pueden llevar a ignorar el sufrimiento humano. La historia termina con los personajes alejándose, dejando al niño solo a su suerte, subrayando la ironÃa y la crÃtica a la deshumanización en la sociedad moderna.
Description
Leer: Un asunto vulgar
La vÃspera de Navidad.
El frÃo era muy intenso, el viento atacaba furioso las casas y los árboles y no perdonaba a los transeúntes, que hacÃan todo lo posible para librar de sus ataques las mejillas, la nariz y la frente. Cuando se cansaba de callejear, se encaramaba sobre los altos edificios, en busca de un campo de acción más despejado, más abierto, y daba rienda suelta a su furia salvaje, rugÃa como un león, saltaba de tejado en tejado, se colaba por las chimeneas.
El novelista Dojov y el pintor Poltorakin marchaban por la acera, cubierta de nieve, envueltos en buenos abrigos.
Iban a una fiesta infantil que se celebraba aquella noche en casa del editor Sidayev, y pensaban con placer en la grata velada que les esperaba en los ricos y tibios salones, ante el árbol de Navidad, rodeados de niños felices, alegres.
El frÃo arreciaba.
—Es muy difÃcil escribir cuentos de Navidad —decÃa Dojov—. O hay que desarrollar un asunto vulgar, o pintar una serie de horrores más vulgar aún…
De pronto se detuvo y volvió la cabeza hacia las gradas de una casa de la acera opuesta, medio cubiertas de nieve.
—¡Mira! ¿Qué es eso?
—¿El qué?
—Ese bulto, en las gradas… A la derecha, en el fondo…
Los dos amigos se acercaron y vieron acurrucado en el rincón a un muchacho.
—¿Qué haces ah�
—¡Eh, chico! ¿Qué haces ahÃ, a estas horas?
El muchacho se removió, y surgieron de entre los andrajos que lo cubrÃan una manita roja de frÃo y una cara de ojos brillantes, mojados de lágrimas. DebÃa de tener ocho o nueve años.
—¡Me muero de frÃo! —balbuceó, castañeteando los dientes.
—¡No es extraño! —comentó, compasivo, el pintor—. Mira qué miserables harapos…
El novelista se inclinó, pensativo, sobre el muchacho.
—¡Poltorakin! —preguntó con acento solemne—. Esta noche es Nochebuena, ¿no?
—SÃ, Nochebuena.
—Pues… ¡ya ves!
—SÃ, ya veo…
El novelista señaló al chiquillo.
—¿Te has hecho cargo…?
—¿De qué?
—¡Qué torpe eres! ¡Este es el niño que se muere de frÃo!
—¡Vaya una noticia!
—Este es el famoso muchacho que se muere de frÃo en Nochebuena —añadió el novelista, en el tono de un hombre que acaba de hacer un importante descubrimiento cientÃfico—. ¡Hele aquÃ! ¡Por fin lo veo con mis propios ojos!
El pintor se inclinó también sobre la pobre criatura.
—¡SÃ, no hay duda —dijo, examinándola atentamente—, es él en persona! Mañana es Navidad, si no mienten nuestros calendarios… Y no deben de mentir, cuando Sidayev nos ha invitado…
—Quizá haya por aquà algún árbol de Navidad encendido. Eso completarÃa el cuadro. La música, la sala iluminada, los alegres gritos de los niños en torno del árbol y, a algunos pasos de distancia, un pobre muchacho muriéndose de frÃo…
—¡Mira! —gritó el pintor—. En aquella casa, en la de la esquina, en el cuarto piso, la cuarta, quinta y sexta ventanas están muy iluminadas… Allà hay, seguramente, un árbol de Navidad iluminado.
—¡Entonces, todo está en regla!
—¿Qué?
—Que parece un cuento de Navidad… ¡Es curioso! He leÃdo y hasta he escrito una porción de cuentos sobre el tradicional muchacho que se muere de frÃo en Nochebuena, pero no lo habÃa visto nunca.
—SÃ, se abusa un poco de ese asunto. Basta abrir en estos dÃas cualquier periódico para tropezarse con un muchacho helado, protagonista de una narración sentimental.
—Desde hace algunos años suelen leerse también, en estos dÃas, sátiras más o menos ingeniosas de tal abuso; pero esas sátiras también se han hecho ya vulgares. Ningún escritor que se respete se atreve a servirse, ni en broma ni en serio, del tradicional muchacho.
—SÃ, es verdad… Si contamos en casa de Sidayev que acabamos de ver a un muchacho muriéndose de frÃo, como en los cuentos de Navidad, no nos creen.
—Se echan a reÃr.
—Se burlan de nosotros.
—Se encogen de hombros.
—No, más vale no contarlo. ¡Un niño que se muere de frÃo! ¡Qué vulgaridad! Es una cosa que no puede tomar en serio ninguna persona dotada de un poco de gusto literario.
—Figúrate —dijo el novelista— que se encuentran a esta criatura unos obreros, unos hombres toscos e iletrados, que no han leÃdo nunca cuentos de Navidad. Se la llevan a su casa; le dan de cenar, le iluminan un arbolito… Y mañana se despierta en una cama limpia y caliente, y ve inclinado sobre él a un obrero de hirsuta barba, que le sonrÃe con ternura…
El pintor miró al novelista con ojos burlones.
—¡Caramba, qué improvisación! ¡A que acabas por escribir algo sobre el tradicional muchacho!
El novelista se rió.
—SÃ, le he dado rienda suelta a mi imaginación. Pero ¡no!… ¡Dios me libre! Detesto todo lo vulgar. ¡Vámonos!
—Pero… ¿vamos a dejar helarse a este niño? PodÃamos llevarlo a algún sitio donde pudiese entrara en calor y cenar…
—SÃ, sà —repuso, irónico, mordaz, el novelista—. Y mañana se despertarÃa en la camita caliente y verÃa inclinado sobre sà el rostro barbudo… como en los cuentos de Navidad.
Estas sarcásticas palabras azoraron mucho al pintor, que no se atrevió a insistir.
—Bueno, como quieras… Sigamos nuestro camino.
Y los dos amigos se alejaron, reanudando la conversación interrumpida. Sus voces fueron apagándose en la distancia. El muchacho se quedó solo, acurrucadito en el rincón, y la nieve siguió cubriéndolo…
El pobre no sabÃa que era —¡pÃcara suerte!— un asunto vulgar.
FIN
Reseñador –
Un Asunto Vulgar: IronÃa y CrÃtica Social en la Literatura
«Un Asunto Vulgar» de Arkadi Avérchenko es un cuento que se desarrolla en la vÃspera de Navidad, presentando un escenario frÃo y desolador en el que dos intelectuales, un novelista y un pintor, se encuentran con un niño congelándose en las calles.
A pesar de la aparente oportunidad de recrear una escena digna de un cuento navideño, donde la bondad y la humanidad prevalecen, ambos personajes eligen ignorar al niño, justificando su inacción con un desdén por lo que consideran un cliché literario.
La historia se convierte en una crÃtica mordaz a la indiferencia de la sociedad intelectual hacia las realidades crudas de la vida, y cómo la pretensión de originalidad puede eclipsar la compasión básica y la responsabilidad humana.